El apego son los vínculos emocionales que hacemos con otras personas a lo largo de nuestra vida. Nuestros progenitores son la base de nuestro estilo de apego. Por tanto, nuestro estilo de apego se inicia en nuestra infancia y continúa a lo largo de nuestra vida. Solemos vincularnos con los demás como hemos aprendido a vincular con nuestros progenitores.
Los tipos de apego según John Bowlby y Mary Ainsworth son los siguientes:
Apego seguro: el/la niño/a busca la protección y seguridad del progenitor y recibe cuidado constante. Son progenitores constantemente cariñosos, atentos, lo que permite al niño/a desarrollar un concepto positivo de sí mismo/a, y una autoconfianza positiva. Como adultos/as son personas cálidas, estables, seguras de sí mismas y con relaciones interpersonales satisfactorias. Es una persona que afronta los conflictos. Expresa sus sentimientos y necesidades. Pone límites. Disfruta del tiempo en pareja y del tiempo sin ella. No crea relaciones de dependencia, no tiene miedo al rechazo o al abandono. Y puede dejar relaciones tóxicas.
Apego inseguro evitativo: el/la cuidador/a más cercano (progenitores) deja de atender constantemente a las necesidades de protección y gestión emocional del niño/a, siendo padres/madres ausentes e incluso progenitores que rechazan activamente los intentos de conexión del bebé. En las investigaciones al respecto se observó que las madres (se estudió con madres al ser en aquella época las cuidadoras principales) de estos niños se retraían ante la tristeza de sus bebés, siendo madres que inhibían la expresión emocional, que evitaban el contacto físico y que respondían con brusquedad. Esto dificulta que el/la pequeño/a pueda desarrollar un sentimiento de confianza hacia sí mismo/a. De adultos/as son personas que se sienten inseguras y desplazadas, debido a sus experiencias de abandono del pasado. Se ven a sí mismos/as autosuficientes, fuertes. Suelen reprimir sus sentimientos. La persona evita los conflictos. A menudo no expresa lo que siente, piensa o necesita. Valora más el tiempo propio que el de la pareja. Tiene dificultades para comprometerse. La pareja no suele ser su prioridad.
Apego inseguro ambivalente (también denominado ansioso-preocupado): En este estilo de apego los progenitores se comportan de manera ambivalente, unas veces están disponibles y otras no. Sería algo así como ni contigo, ni sin ti. Los padres/madres tienen conductas impredecibles e inconsistentes, estando disponibles para los/as hijos/as de manera ocasional. Según los estudios realizados estos progenitores obstaculizan la autonomía de los/as hijos/as, pudiendo llegar a ser poco sensibles con las emociones de los/as niños/as. Esto produce que el/la niño/a responda con gran angustia a la separación de sus progenitores. Según Mary Ainsworth, este tipo de apego genera 2 tipos de adultos, los que se enfadan, que suelen mezclar sus conductas de apego con protestas y enfados, debido a que no han desarrollado correctamente sus habilidades emocionales, ni han tenido expectativas de confianza ni de acceso constante a los cuidadores. Y los pasivos que de adultos son personas que suelen buscar de manera constante la aprobación de los demás, especialmente de la pareja. En general son personas que viven los conflictos con mucha angustia. Piensan más en las necesidades de la pareja que en las suyas, no ponen límites. Muestran conductas complacientes. Necesitan estar todo el tiempo posible en pareja, creando relaciones de dependencia. Sienten excesivo temor al abandono y no son capaces o les cuesta mucho de dejar una relación tóxica. Tienen una visión poco positiva de sí mismos/as. Y reacciones de elevada impulsividad y altos niveles de expresión emocional.
Apego desorganizado: este estilo de apego se produce cuando el/la niño/a percibe a la figura de apego como una fuente de peligro además de como a la persona que debería protegerle. Es decir, cuando el/la niño/a, que tiende a recurrir a sus progenitores en momentos de alerta, tiene un conflicto interno que lo/la lleva a la contradicción entre acercarse a sus padres o evitar el contacto por miedo a ser dañado/a. Por tanto, este estilo de apego deja al/la menor atrapado/a, sin escapatoria posible, produciendo desorganización, desorientación o disociación. Las consecuencias de este tipo de apego se dan tanto en niños/as que sienten terror por estar en situaciones de riesgo al tener progenitores violentos, abusadores, con elevadas muestras de ira y conductas de maltrato. Como en niños/niñas que perciben el temor de sus padres/madres. En definitiva, este tipo de apego surge de interacciones que resultan aterradores para los/as menores. De adultos/as viven los conflictos de forma dramática. Sienten que no pueden confiar en nadie. No se acercan/vinculan con otras personas o le cuesta mucho porque sienten que le van a herir y defraudar. Tienen relaciones inestables de amor-odio. Temen el abandono y al mismo tiempo temen intimar, produciéndose un constante conflicto interno que les dificulta vincular sanamente.
Por tanto, como descubrió Mary Ainsworth en sus investigaciones acerca de las bases seguras e inseguras en la crianza, en el vínculo de apego lo más importante es la calidad de la comunicación entre los/as niños/as y sus progenitores. Siendo fundamental que los/as niños/as puedan expresar sus emociones y necesidades sintiéndose seguros/as al hacerlo. Sabiendo que no serán juzgados, criticados, rechazados, humillados ni agredidos por expresar cómo se sienten, ni lo que piensan o necesitan.
BIBLIOGRAFÍA: El apego en Psicoterápia. (D. J. Wallin, Ed. Desclée Brouwer, 2012)
Fuente de la imagen: Google
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