Nuestra verdadera esencia es amor, y el auténtico amor está compuesto por compasión, alegría y ecuanimidad. Todos nosotros podemos desarrollar esta magnífica cualidad y fuente de energía alimentando nuestro amor incondicional, siendo este un amor que no espera nada a cambio. Para ser amados debemos amar, lo que significa que debemos comprender a los demás ya que sin comprensión no puede producirse auténtico amor. Debemos observar profundamente para comprender y apreciar las necesidades, el sufrimiento y las aspiraciones de la persona a la que amamos.
La compasión implica un profundo sentimiento de preocupación por los demás. Es hacer algo para aliviar el sufrimiento del otro. Es empatía en acción. Para desarrollar la compasión debemos practicar la respiración consciente y observar profundamente. Si sabes que otra persona está sufriendo, te has de acercar a ella, observarla y escucharla profundamente con atención plena para poder sentir su dolor y poder comprenderla. Es así que somos capaces de establecer una comunicación profunda que ayudará a esa persona a sentirse mejor. Una palabra o acción compasiva puede lograr que el sufrimiento de la otra persona se reduzca o se transforme.
El auténtico amor siempre da alegría, tanto a nosotros como a los demás. Esta alegría está llena de paz y de satisfacción. Como dice Thich Nhat Hanh “si nuestro amor no aporta alegría a ambas partes quiere decir que no hay auténtico amor”.
La ecuanimidad implica no discriminación, mente serena, no aferrarse a las cosas o personas. Cuando el amor está lleno de apegos, de discriminaciones, de prejuicios o se aferra a las cosas o a las personas, no se trata de auténtico amor si no de necesidad. Para comprender a otra persona y llegar a amarla de verdad tenemos que poder ponernos en su piel y volvernos una unidad con ella. Sin ecuanimidad lo más probable es que nuestro amor se vuelva posesivo, y si aprisionamos y limitamos a la persona a la que amamos la haremos sufrir tanto que al final se marchitará. Desafortunadamente esto es lo que mucha gente hace, quitan a la persona amada parte de su libertad hasta que deja de ser ella misma; viven buscando su propia satisfacción y utilizan a la otra persona como instrumento para llevar a cabo sus propósitos y para satisfacer sus propias necesidades personales y afectivas. Pero esto no es amar, es necesitar, es destruir, dicen que aman a la otra persona pero si no son capaces de comprender las aspiraciones, necesidades y dificultades del ser amado están recluyéndolo en una prisión llamada erróneamente amor. El auténtico amor nos permite conservar nuestra propia libertad y la de la persona amada, es por ello que hay que empezar por uno mismo. Ámate y respétate a ti mismo y podrás amar y respetar a los demás.
Maria Gandullo. Psicóloga, psicoterapeuta MBCT, instructora de Mindfulness.
Basado en el libro “Enseñanzas sobre el amor” de Thich Nhat Hanh.